salvar a los bancos y a los agentes que provocaron el flujo especulativo, e insta a
limitar los presupuestos y otras disposiciones económicas en detrimento de los
trabajadores y los pueblos de los paÃses deudores.
El aspecto más humillante de esta situación es la completa subordinación de la
economÃa del paÃs pobre tratando de conseguir dólares para pagar la deuda y sus
intereses. Es como si este resultado final fuera el objetivo del banquero acreedor: que
toda la economÃa de los paÃses empobrecidos se oriente hacia el pago de la deuda. El
paÃs deudor permanece de rodillas ante el banquero internacional y debe actuar de
acuerdo con las exigencias de los acreedores. Para conseguir los dólares, estos
pueblos deben producir lo que interesa a las bolsas, abandonando incluso la
transformación de sus medios de vida habituales y sus cultivos tradicionales. Los
paÃses lÃderes están obligados a destinar en cualquier caso hasta el 40 por ciento de
sus exportaciones al pago de la deuda y, para ello, deben comprometerse a producir
lo que las exportaciones requerirÃan: cobre, café, cacao, madera, diamantes... en
detrimento del consumo necesario para la nutrición de su población. El nivel de vida
de muchos pueblos se vio drásticamente afectado por tal polÃtica económica. El caso
de México es un ejemplo bastante tÃpico de esa situación.
Cuando consideramos este problema de la deuda externa, debemos prestar atención
al hecho de que esta situación es el resultado lógico de una especie de filosofÃa
global, de desarrollo y consumo, el apogeo del individualismo, el beneficio como
motor principal de la actividad humana, y la ideologÃa dominante del libre mercado.
En definitiva, toda una serie de valores que constituyen el modo de pensar
dominante. Todo proviene del singular sistema liberal que existe ahora y de la
dinámica que genera. Cualquier sistema que excluya a las tres cuartas partes de la
humanidad de un modo de vida digno y la entregue a una situación de miseria y
desesperación, abre una brecha cada vez mayor entre la parte de la humanidad que se
ve favorecida por este saqueo y los pueblos que lo padecen. La ira que se genera a
escala global puede volverse insoportable y explotar con una violencia totalmente
destructiva.
Es necesario emprender una polÃtica de cambios profundos que repercutan en el
sistema socio-económico, la transformación que la sociedad necesita para seguir
existiendo. La cuestión no puede limitarse a soluciones como la cancelación o
abolición de la deuda externa. Hay que abordar la raÃz del problema que dio origen a
esa deuda, erradicar la razón de los daños, no sólo maquillar superficialmente el
sistema para ocultar sus defectos. Enfrentar el problema de la deuda externa y los
errores que genera es condenar al capitalismo que creó esa deuda y formular
alternativas de convivencia interpersonal y funcionamiento económico. No hacerlo
es poner parches que no solucionan nada y sólo sirven para retrasar e intensificar la
inevitable explosión.