Publicado en Esperanto, en noviembre de 2000, en la revista:
La deuda externa
Es especialmente grave la situación caótica y dramática de los países pobres
oprimidos por la deuda externa. Una deuda impagable que asfixia a los pueblos del
Sur. Mil millones de personas en todo el mundo sufren las consecuencias de esta
forma de usura, consecuencia de la deuda acordada por los distintos dictadores, que
se dedicaron sólo a su propio enriquecimiento, utilizando el poder como una
propiedad personal y nunca se preocuparon por el futuro de su gente. Las clases
dominantes de los países sujetos a los mecanismos de la deuda externa garantizan el
orden socioeconómico que oprime a sus pueblos e hipoteca su futuro. Vale señalar
que, los acreedores beneficiados con esa deuda (la banca transnacional), prepararon
una estrategia para continuar indefinidamente con tan podrida situación, que trajo
caos, hambre, miseria y muerte a más de la mitad de la humanidad.
Uno de estos mecanismos bancarios ya está activo desde el principio cuando el país
pobre está endeudado; el monto del préstamo se acuerda en dólares estadounidenses,
pero el dólar, como cualquier otra moneda, tiene un valor fluctuante; por la razón de
que no es capaz de expresar el costo real de una deuda cuya duración se extiende en
el tiempo. Se calcula que, en escala real, la deuda ya ha sido pagada en algunos casos
el doble, el triple o incluso más. Otro de los mecanismos encaminados a multiplicar
y perpetuar la deuda es la negociación de nuevos préstamos para pagar los intereses
de la deuda cuando los países deudores, por su pobreza, no pueden pagar el monto
adeudado y ni siquiera los intereses correspondientes. En ese caso, los dólares
prestados nunca llegan al país deudor sino que se añaden a la cuenta de la deuda, que
se vuelve más y más impagable.
El Banco Mundial juega un papel importante en esta estrategia contra los pueblos
despojados. Cuando hay pérdidas y crisis la deuda se vuelve social, pública; sólo las
ganancias se hacen privadas, según el siguiente mecanismo: el Banco Mundial
compra la deuda al banquero privado, y así este último gana su dinero y luego se lo
presta al gobierno, por lo que la deuda se vuelve pública. Esa deuda resulta
impagable cuando llega una crisis, por ejemplo por la presión del dinero especulador
que puede circular libremente por todo el mundo. En este caso, el Fondo Monetario
Internacional corre en ayuda de los banqueros e intenta preparar soluciones para
salvar a los bancos y a los agentes que provocaron el flujo especulativo, e insta a
limitar los presupuestos y otras disposiciones económicas en detrimento de los
trabajadores y los pueblos de los países deudores.
El aspecto más humillante de esta situación es la completa subordinación de la
economía del país pobre tratando de conseguir dólares para pagar la deuda y sus
intereses. Es como si este resultado final fuera el objetivo del banquero acreedor: que
toda la economía de los países empobrecidos se oriente hacia el pago de la deuda. El
país deudor permanece de rodillas ante el banquero internacional y debe actuar de
acuerdo con las exigencias de los acreedores. Para conseguir los dólares, estos
pueblos deben producir lo que interesa a las bolsas, abandonando incluso la
transformación de sus medios de vida habituales y sus cultivos tradicionales. Los
países líderes están obligados a destinar en cualquier caso hasta el 40 por ciento de
sus exportaciones al pago de la deuda y, para ello, deben comprometerse a producir
lo que las exportaciones requerirían: cobre, café, cacao, madera, diamantes... en
detrimento del consumo necesario para la nutrición de su población. El nivel de vida
de muchos pueblos se vio drásticamente afectado por tal política económica. El caso
de México es un ejemplo bastante típico de esa situación.
Cuando consideramos este problema de la deuda externa, debemos prestar atención
al hecho de que esta situación es el resultado lógico de una especie de filosofía
global, de desarrollo y consumo, el apogeo del individualismo, el beneficio como
motor principal de la actividad humana, y la ideología dominante del libre mercado.
En definitiva, toda una serie de valores que constituyen el modo de pensar
dominante. Todo proviene del singular sistema liberal que existe ahora y de la
dinámica que genera. Cualquier sistema que excluya a las tres cuartas partes de la
humanidad de un modo de vida digno y la entregue a una situación de miseria y
desesperación, abre una brecha cada vez mayor entre la parte de la humanidad que se
ve favorecida por este saqueo y los pueblos que lo padecen. La ira que se genera a
escala global puede volverse insoportable y explotar con una violencia totalmente
destructiva.
Es necesario emprender una política de cambios profundos que repercutan en el
sistema socio-económico, la transformación que la sociedad necesita para seguir
existiendo. La cuestión no puede limitarse a soluciones como la cancelación o
abolición de la deuda externa. Hay que abordar la raíz del problema que dio origen a
esa deuda, erradicar la razón de los daños, no sólo maquillar superficialmente el
sistema para ocultar sus defectos. Enfrentar el problema de la deuda externa y los
errores que genera es condenar al capitalismo que creó esa deuda y formular
alternativas de convivencia interpersonal y funcionamiento económico. No hacerlo
es poner parches que no solucionan nada y sólo sirven para retrasar e intensificar la
inevitable explosión.